La acuicultura, motor estratégico para garantizar el suministro de pescado y la sostenibilidad en España
El pescado es uno de los alimentos esenciales en cualquier dieta equilibrada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el consumo de dos porciones semanales, de entre 150 y 250 gramos, por su aporte de proteínas de alta calidad y ácidos grasos saludables. En España, país de tradición marinera y mediterránea, el consumo medio per cápita ronda los 19 kilos al año, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Pero garantizar este suministro en un mundo donde la población crece sin freno —se estima que alcanzará los 10.000 millones de personas en 2050— plantea un reto de primera magnitud. La FAO alerta de que el consumo mundial de alimentos derivados de animales acuáticos crece al doble de velocidad que la población. ¿Cómo mantener este equilibrio entre demanda y sostenibilidad? La respuesta está en la acuicultura.
Una práctica ancestral con mirada de futuro
Aunque muchos la perciben como una innovación reciente, la acuicultura hunde sus raíces en tiempos remotos. En la playa alicantina de El Campello, aún se conservan las piscifactorías romanas excavadas en la roca, que permitían retener peces en contacto con el mar mediante un ingenioso sistema de compuertas.
Aquellas albercas rudimentarias fueron el germen de una actividad que hoy se ha sofisticado gracias a la ciencia y la innovación tecnológica: el cultivo controlado de peces, moluscos y algas en ríos, lagos y mares.
La acuicultura permite garantizar un suministro estable y previsible, sin depender de la estacionalidad ni de la variabilidad de la pesca extractiva. Así, especies como la dorada, la lubina, el rodaballo, la trucha arcoíris o incluso el atún rojo llegan de manera regular a las pescaderías y supermercados, con precios menos expuestos a picos de demanda o escasez.
Un sector estratégico para España y Europa
España es líder europeo en acuicultura. En 2022, cultivó más de 1,09 millones de toneladas de productos acuáticos, lo que supuso el 24,6% del volumen total de la Unión Europea. El sector da empleo directo a más de 10.000 personas y genera otros 25.000 empleos indirectos, especialmente en áreas costeras y rurales.
Los datos hablan por sí solos: en 2020, por primera vez en la historia, la producción acuícola mundial superó a la pesca extractiva. Hoy, más del 50% del pescado que se consume en todo el planeta procede de la acuicultura.
El escenario sin acuicultura
Para poner en valor esta realidad, la Asociación Empresarial de Acuicultura de España (APROMAR) protagonizó el pasado 3 de septiembre una acción insólita en el Mercado de la Paz de Madrid: mostradores de pescado casi vacíos, colas interminables y clientes sorprendidos ante la escasez de género.
No se trataba de un fallo logístico, sino de un simulacro de lo que sucedería si dependiéramos únicamente de la pesca extractiva. Bajo el lema “La verdadera suerte”, la iniciativa recordó que tener pescado fresco a diario en nuestras mesas es posible gracias a la acuicultura.
Galicia, la gran despensa acuícola
El último informe del Ministerio de Agricultura confirma que Galicia es el epicentro de la acuicultura española. En 2024, la comunidad generó más de 191.000 toneladas de productos, lo que equivale al 76% de la producción nacional marina.
El “oro negro” de sus bateas no es otro que el mejillón, con casi 179.000 toneladas cultivadas, que suponen el 96% del total español. A ello se suman ostras, almejas y berberechos, que refuerzan la posición gallega como potencia en moluscos.
En términos económicos, los moluscos aportaron en 2024 casi 155 millones de euros, de los que 142 millones correspondieron a Galicia. Solo el mejillón generó cerca de 129 millones, consolidándose como motor económico y social de las rías gallegas.
Sostenibilidad y futuro
La acuicultura no solo asegura el acceso al pescado, sino que lo hace con una de las huellas ambientales más bajas de toda la producción alimentaria. Según Apromar, presenta un índice mínimo de emisiones de CO₂ por cantidad de proteína obtenida y requiere poco consumo de agua dulce.
Por ello, la acuicultura española es doblemente futuro: porque garantiza un alimento básico para las próximas generaciones y porque lo hace protegiendo los recursos naturales. En palabras del propio sector, “en un mundo sin acuicultura, comer pescado sería un privilegio; en el nuestro, la suerte es poder hacerlo cada día de forma sana, sabrosa y sostenible”.
