Un país diferente

Un país diferente

España es sin duda diferente, como decía ese eslogan que se inventó Fraga en los años 60 para promocionar el turismo. Este es un país en el que no nos resulta extraño que una periodista le pregunte al presidente del Gobierno si va a presentar un proyecto de presupuestos del Estado este año al Parlamento. Una pregunta que en cualquier otro país de Europa sonaría absurda porque es una obligación constitucional, aquí resulta pertinente. Pero tan diferente es España, que aunque Sánchez aseguró que lo hará, casi nadie se lo cree. Al fin y al cabo, también dijo que lo haría el año pasado y el anterior. Y más aún, dice el presidente que si se aprueban bien, pero que si no, tampoco pasa nada, porque ya tiene unos… Unos que se aprobaron en la anterior legislatura.

Dice Sánchez que a él le encanta dar entrevistas y responder cualquier pregunta que le hagan los periodistas. Debe ser que no lo ha había hecho desde hace más de un año para no paralizar el país, algo que según él también ocurriría si se convocasen elecciones. Por eso no las convoca o sólo lo hace en julio, cuando no se paraliza nada, porque estamos ya de vacaciones. Bueno, pues eso, que Pedro Sánchez se fue el martes al telediario de su televisión, esa que le pagamos todos, a darle una entrevista a Pepa Bueno.

Y cuando la ex directora de El País le puso ese vídeo de 2016 en que el Sánchez de las Navidades pasadas le exigía a Rajoy que logre aprobar los presupuestos o presente una cuestión de confianza, el Sánchez de las Navidades presentes responde que ahora la situación es distinta porque a él le vale con los presupuestos de hace tres años. También pidió a los políticos, él no parece considerarse uno de ellos, que dejen de insultar. Y luego, después de asegurar que los jueces que investigan a su mujer y su hermano hacen política, se fue al Consejo de Ministros a aprobar lo de esa quita de la deuda con la que quiere conseguir el apoyo de ERC a unos presupuestos que seguramente no acabe presentando.

También ha aprobado una cosa que ha llamado Pacto de Estado sobre el cambio climático. Un pacto que ha pactado consigo mismo. Y de nuevo ha llamado a los políticos de toda España a no polarizar, pero no ha podido llamarse a sí mismo porque estaba comunicando. Con este pacto Sánchez asegura que ya estaremos a salvo de sequías, incendios, lluvias torrenciales, huracanes y erupciones volcánicas. Lo que Sánchez obvia es que contra el cambio climático hay que luchar reduciendo emisiones, cosa que él no parece dispuesto a hacer si de lo que se trata es de prorrogar la vida de las nucleares o construir rebombeos en nuestras presas. Pero sobre todo hay que adaptarse.

Y para eso, no vendría mal hacer caso a las recomendaciones de los ingenieros de montes sobre cómo hay que gestionar nuestros bosques. O a las de los agrónomos sobre las necesidades de nuestro sector agrícola y ganadero. Y hay que construir infraestructuras, por ejemplo esas que los ingenieros de caminos de la Politécnica de Valencia llevaban años reclamando para mitigar los efectos de unas DANAS sobre las que ya nos alertaron y que lamentablemente acabaron ocurriendo. Nada sabemos, casi un año después de la tragedia, de esas presas y esas canalizaciones y desvíos de los barrancos que se aprobaron hace años. Si este otoño vuelve a llover como el pasado mes de noviembre, los valencianos estarán igual o peor que hace un año. Y Sánchez volverá a culpar al cambio climático.

Y tampoco sabemos nada de otras inversiones en infraestructuras. Por ejemplo en esos trenes sin horarios ni destino que antes eran motivo de orgullo y ahora producen vergüenza. O en esa red eléctrica incapaz de absorber nuestra gran capacidad de generación eólica y fotovoltaica por falta de dispositivos para evitar las oscilaciones de tensión. No, mejor seguir quemando gas, que eso le viene muy bien al planeta. Y por supuesto nada de invertir en el mantenimiento de las carreteras. Tal vez convendría recordar que según la AEC tenemos 54.000 kilómetros, más de la mitad de la red viaria nacional, con daños graves o muy graves y un déficit de inversión para su reparación de más de 13.000 millones de euros. O dedicar fondos al mantenimiento y la construcción de presas en vez de derribar las que terminan su concesión.

Esta es la verdadera emergencia de España. La que requiere un pacto de Estado urgente y real. Los servicios públicos, que son parte fundamental del Estado del Bienestar llevan años sobreviviendo con respiración asistida. La sanidad acumula listas de espera eternas, la educación tira de profesores interinos. Pero Sánchez nos muestra su sonrisa forzada en televisión, como si no pasara nada. No podemos negar que tiene el don de vender goteras como si fueran claraboyas. Habla de modernidad, de progreso y de futuro digital, mientras medio país siente que viaja en analógico, con servicios del siglo XX y promesas del siglo XXII. Además del sobreactuado masaje de Bueno, cargo y sueldo obligan, “es usted víctima de una campaña de deshumanización”, la entrevista deja un regusto a publicidad de detergente, nuevo, más eficaz y respetuoso con el planeta. Pero al abrir el bote y echarlo en la lavadora, descubrimos que no es capaz de eliminar ni una sola mancha y contamina más que nunca. España no necesita más pactos llenos de titulares verdes ni condonaciones selectivas de deuda. Lo que necesita es que la próxima vez que llueva los cauces de los barrancos no se desborden, que la red eléctrica sea capaz de utilizar la energía renovable sin colapsar, que los trenes funcionen, que las carreteras dejen de ser un peligro y que los bosques no ardan sin control cada vez que haga mucho calor en agosto. Necesitamos un país diferente.

Diego Jalón Barroso

Diego Jalón Barroso

Periodista y consultor de comunicación

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