Mucho sol y pocas redes
España presume de sol y viento. De hecho, pocas naciones europeas pueden alardear de tener tal abundancia de recursos naturales para producir energía limpia y barata. Pero no hay dónde conectarla. La red eléctrica está saturada y la consecuencia es tan absurda como frustrante: proyectos de generación renovable que se quedan en el cajón, inversores que buscan opciones en otros sitios y oportunidades que se esfuman.
El problema es que las nuevas plantas fotovoltaicas y eólicas tienen autorización, terrenos y hasta financiación. Pero cuando llega el momento de conectarse a la red, aparece el cartel de “aforo completo”. No hay capacidad suficiente para canalizar esa energía. Y mientras tanto, los grandes consumidores, desde centros de datos que podrían convertirnos en un hub digital europeo, hasta nuevas industrias y promociones de vivienda que necesitan suministro estable, chocan con la misma pared. Sin red, no hay proyecto.
Las eléctricas llevan meses reclamando al Ministerio para la Transición Ecológica y a la CNMC que aceleren las inversiones en refuerzo de la red. Alegan que la planificación actual es insuficiente, que los plazos de tramitación son eternos y que se necesitan más incentivos para desplegar nuevas infraestructuras de transporte y distribución. El resultado de la inacción es que España, con un potencial renovable envidiable, corre el riesgo de convertirse en un país exportador de promesas incumplidas.
Por si fuera poco, España encabeza la subida de los precios eléctricos en Europa. No solo por la volatilidad del mercado mayorista, sino también por decisiones políticas. La subida del IVA de la luz al tipo general y los costes añadidos por el cambio de mix tras el apagón, están repercutiendo en los recibos de hogares y empresas. Es decir, tenemos el sol, tenemos el viento, tenemos la tecnología… pero pagamos más caro que nadie.
Lo más grave no es solo el impacto en el bolsillo del consumidor. Son también los proyectos que no se hacen, las inversiones que no llegan, los empleos que no se crean. En un momento en que España podría liderar la transición energética en Europa, la parálisis regulatoria y la falta de infraestructuras nos dejan a medio camino.
El Gobierno debería entender que reforzar la red eléctrica es el pilar estratégico sin el cual ningún esfuerzo para impulsar la economía servirá de nada. Sin ella, ni habrá transición energética, ni digitalización, ni reindustrialización. Seguir posponiendo decisiones solo garantiza que la factura económica, social y política sea cada vez mayor.
Tenemos sol y viento. Pero hasta que no haya enchufes disponibles, España seguirá siendo el país de la energía limpia que se queda en el limbo.
